Señor Director:
La reciente partida de empresarios icónicos como Thomas Fürst y Horst Paulmann invita a reflexionar sobre un momento crítico para las empresas familiares: la sucesión. Se trata de un proceso que no solo implica ceder cargos y activos, sino también asegurar la continuidad de valores, cultura y la visión empresarial.
Hace unos días se conoció el caso del dueño de Luis Vuitton, Bernard Arnault, quien decidió extender la edad máxima para ocupar la presidencia de su empresa, una práctica no aconsejable que revela la dificultad que enfrentan muchos empresarios al momento de colgar los guantes y darle paso a la siguiente generación.
La sucesión debe trabajarse con anticipación, formando a los herederos no solo en aspectos técnicos, sino en la historia, los valores y el propósito de la empresa. La gran pregunta es: ¿qué se sucede cuando se sucede? Más allá de los activos tangibles, lo clave es el legado: la forma de hacer empresa, las redes, la reputación y el liderazgo.
No existe una fórmula única, es cierto, pero sí buenas prácticas. La gobernanza, el fortalecimiento del capital relacional y la educación son pilares esenciales para asegurar que la empresa continúe en manos de generaciones futuras con un liderazgo sólido y preparado. La clave está en entender que la sucesión no es solo un relevo de poder, sino una estrategia de continuidad y evolución empresarial.
Magdalena Díaz Le-Fort
Gerenta general de la Asociación de Empresas Familiares (AEF)