Mario Vargas Llosa ha fallecido. El autor peruano, reconocido a nivel mundial, ahora se encuentra junto a Zeus, Atenea, Hermes y Hefesto. Está en el lugar al que su pluma talentosa, viril y visionaria lo llevó desde 2010, cuando ganó el Premio Nobel de Literatura, hasta el domingo 13 de abril de 2025, cuando nos dejó físicamente. Se encuentra en el Olimpo, llevando consigo a personajes inolvidables como Zavalita, el Poeta, Pantaleón, Lituma, Urania Cabral, Toño Aspilcueta y la Chunga, quienes permanecerán en nuestras mentes por siempre.
Este escritor peruano, que enseñó a mi generación que la lectura era superior a ir al cine, tenía la habilidad única de plasmar en imágenes las historias que magistralmente creaba en sus novelas. Nos enseñó el significado de la libertad, nos entusiasmó por la política y nos hizo comprender la fragilidad del espíritu humano cuando se aleja de Dios. A pesar de no haber podido superar la derrota electoral de 1990 ante el entonces desconocido profesor universitario, Alberto Fujimori, Vargas Llosa dejó una obra literaria imborrable que seguirá inspirando a millones de personas.
El último de los genios del boom latinoamericano nos ha dejado, pero su legado perdurará a través de sus obras, discursos, ensayos y análisis políticos que lo distinguieron. Su agudeza y perspicacia quedaron demostradas en declaraciones como aquella sobre México en 1990, donde señaló la realidad de la “dictadura perfecta” en el país. Hoy en día, sus reflexiones siguen vigentes en varios países de habla hispana.
Se nos fue un hombre que no reconocía fronteras entre naciones, que defendió la unidad de España en momentos críticos del independentismo catalán. Miembro de la Real Academia Española y de la Academia Francesa de la Lengua, Vargas Llosa dejó una vasta herencia literaria que incluye veinte novelas, un libro de cuentos, obras de teatro, ensayos, crónicas y memorias.
Descansa en paz, don Mario Vargas Llosa, escritor incansable que prolongará su legado por la eternidad.
(*) Analista internacional