El lunes 14 de abril amaneció distinto en la city porteña. Por primera vez desde el intento fallido de la gestión de Mauricio Macri (en 2015), el Gobierno de Javier Milei levantó el control cambiario, mejor conocido como cepo.
Era una de las promesas de campaña más esperadas y todo indicaba que se iba a materializar recién en 2026. Pero, se adelantó.
El viernes anterior, el ministro de Economía, Luis Caputo, y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, anunciaron la decisión, poco después de alcanzar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por US$ 20.000 millones.
La noticia dejó a locales y extranjeros completamente sorprendidos. “Esto no se esperaba de ninguna manera, ni siquiera entre los que apoyamos las políticas que está llevando adelante el Gobierno. Se sabía que iba a suceder, pero en lo personal suponía que iba a pasar después de las elecciones de medio término, para no correr el riesgo de una potencial corrida bancaria o desestabilización interna”, contó a este medio Maximiliano Palacio (35), un comerciante de la ciudad de Mendoza.
“Fue una jugada totalmente osada, pero que afortunadamente, para el bien de todos, ha salido hasta el momento demasiado bien”, agregó.
Con él coincidieron Rossana Fernández (56) y Facundo Vera (39), una ama de casa y un trabajador dependiente, ambos residentes en Buenos Aires, quienes aseguraron que -como Palacio- no vieron grandes movimientos de quienes quisieran comprar o vender, previendo cambios en los precios.
“No tuvimos espacio para pensar en prepararnos”, contó Fernández, una ama de casa extranjera, quien relató que depende mucho del dólar para enviar remesas a sus familiares en España.
El Presidente Javier Milei (al centro) celebra con el ministro de Economía, Luis Caputo, un exitoso primer día sin cepo y el apoyo que recibió el equipo económico por parte del Secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent, quien visitó el país por 24 horas.
En las llamadas “cuevas”, donde los “arbolitos” transan con el billete verde también reinó la incertidumbre. Ya entrada la semana se había reducido la cantidad de operaciones in situ.
“La gente ya no viene a comprar a lo loco (…) ahora pregunta, compara, y hasta se va sin cambiar. Esto no lo veíamos desde el 2017”, contó uno de los cambistas en medios locales.
Ello contrastó con el panorama en las plataformas digitales de los bancos tradicionales que experimentaron intermitencias del servicio en medio de un alza de las consultas y operaciones.
Entonces, ¿qué fue lo que pasó?
El peso argentino se apreció con fuerza durante la semana por debajo de las 1.200 unidades por dólar.
Optimismo generalizado
El Gobierno libertario determinó que, desde ahora, el tipo de cambio podrá moverse entre dos bandas, con un piso en los 1.000 pesos argentinos y un techo en los 1.400 pesos.
Eso significa, entonces, que el banco central comprará o venderá reservas cuando la tasa baje o suba de esos límites, considerando una devaluación mensual de 1%.
Además, se destrabaron los límites para las operaciones de las personas físicas, quienes antes solo podían comprar US$ 200 al mes.
Tampoco se les permitía a las empresas girar dividendos hacia el exterior, importar productos sin permiso y pagar deuda en moneda extranjera. Tampoco podían comprar dólares para ahorro o inversión si estos venían de fuera del país.
Solo se mantiene el bloqueo a los dividendos y un límite de US$ 100 por mes para quienes compren en efectivo.
En una economía acostumbrada a los controles, la liberación de la cuenta capital generó un cóctel de euforia contenida, nuevos ajustes y más preguntas que respuestas: “¿Funcionará esta vez?”. Eso aún está por verse.
Pero, hasta ahora, la sorpresa se mantiene: el dólar no explotó y la brecha cambiaria comenzó a achicarse en torno al 7% al jueves, previo al feriado de Semana Santa.
El tipo de cambio oficial cerró el jueves en 1.180 unidades, moviéndose sin problemas -y sin la intervención del BCRA durante toda la semana- dentro de la nueva banda de flotación. El dólar MEP (que se transa en medio de pagos electrónicos) se acomodó en 1.160 pesos argentinos, y el tan temido blue -termómetro del humor económico en las calles- cedió terreno con fuerza hasta las 1.250 unidades, una caída de casi 3% frente al miércoles.
Con ello, la brecha entre el oficial y el paralelo se mantuvo en torno al 7%, niveles impensados hace semanas o meses.
En simultáneo, el riesgo país retrocedió hasta los 725 puntos base, su menor nivel en lo que va del año, mientras que los bonos soberanos en dólares subieron en promedio un 4% entre lunes y jueves.
Eso sí, no todo fue fiesta. El índice S&P Merval de la bolsa local se acomodó a la baja (con un retroceso de 4,65% el jueves) después de un rally inicial que la llevó a subir 4,8% en pesos y 11,7% en dólares el lunes.
Desde el comercio
Palacio, quien tiene una empresa alimenticia de nicho, pues comercializa productos saludables, contó sus expectativas hacia adelante.
“Considerando la historia que hemos vivido y el panorama de los últimos años, pensar en volver a la incertidumbre me llevó a sentir angustia sobre qué esperar el lunes. Pero nos encontramos con un día calmo y eso se mantuvo”, dijo.
El joven comerciante relató cómo durante el Gobierno de Alberto Fernández “perdía cuatro horas por día analizando listas de precios entre 40 y 50 proveedores que cambiaban los montos a diario”.
“Era insostenible y desgastante psicológicamente. Era una vorágine que no tenía fin”, señaló.
Actualmente, aunque reconoció que grandes empresas del sector agrario -aceiteras y cerealeras- aumentaron sus precios preventivamente hasta un 30%, y eso se trasladó a los supermercados, aplaudió que desde el Ejecutivo se pusiera un freno. “Van a tener que dar marcha atrás”.
Consultado sobre qué espera hacia adelante, Palacio dijo: “A mí me da la señal, como pequeño empresario, sin ser economista, que el Gobierno va por buen camino. ¿Por qué? Porque si el tipo de cambio se ha comportado así, es porque se ve que hicieron bien los cálculos”.
Y agregó: “Al ver que el dólar fue a parar justo en el medio de las dos bandas, es la señal más fuerte de confianza para el Gobierno que me genera a mí. Si se hubiese estacionado en el techo me hubiese dado algo de miedo”, agregó.
En el caso de Fernández, pese a la incertidumbre inicial, el panorama podría cambiar para mejor, según dijo.
“Ahora usar canales legales podrían facilitarme el envío de los dólares, porque los precios están mucho más cerca del valor de mercado real”, consideró.
Además, estimó que el costo de la transacción podría bajar y que los riesgos para enviar dinero son también menores.
La oportunidad de oro
El consenso en el mercado es que Argentina ahora cuenta con reservas suficientes de dólares para impedir los peores escenarios.
Y es que tras la inyección del FMI, el país cuenta con más de US$ 36.000 millones disponibles para respaldar el peso.
Desde JPMorgan explicaron que la apuesta de Milei supone un paso clave pues “es la única forma de permitir liberar el potencial reprimido durante décadas de la economía argentina por las malas decisiones políticas”.
En ese sentido, el fin del cepo supone “no solo una buena evolución sino un paso que supera nuestras expectativas más optimistas respecto a la evolución macro-financiera del país”, escribieron desde la entidad.
En tanto, Capital Economics consideró que hay grandes diferencias esta vez respecto a todos los pasos anteriores. “El Gobierno de Milei ha logrado importantes avances en sus esfuerzos de estabilización desde que asumió el poder, en particular en el ámbito fiscal: el saldo presupuestario registró superávit por primera vez en más de una década el año pasado”.
Y agregó: “En definitiva, el país parece estar más cerca de una semblanza de estabilidad macroeconómica que en cualquier otro momento desde la década de 2000”.
Lo que sí es cierto es que todo esto pone de relieve el difícil dilema que enfrenta la administración de Milei entre eliminar los controles de capital, dejar que el peso se debilite, evitar que la inflación vuelva a subir y mantener la popularidad antes de las elecciones de mitad de período en octubre por el otro.
Así, la primera semana de Argentina sin cepo dejó algo más que números: devolvió al país una rareza llamada normalidad cambiaria, aunque sea temporal. En una economía marcada por shocks, la calma ya es noticia.