El telescopio James Webb detecta signos de vida potencial en otro planeta.

Increíble. El telescopio espacial James Webb ha captado lo que los científicos consideran las señales más prometedoras -hasta ahora- de posible vida fuera del sistema solar. La protagonista de esta historia cósmica es K2-18 b, un planeta lejano ubicado a 124 años luz de la Tierra, en la constelación de Leo.

¿La razón del alboroto? La detección en su atmósfera de dos gases muy particulares: sulfuro de dimetilo (DMS) y disulfuro de dimetilo (DMDS). En la Tierra, estos compuestos solo son generados por organismos vivos, principalmente el fitoplancton marino.

El 8 de abril será un día favorable para la observación del planeta Mercurio, en una fase creciente y con un tamaño aparente que lentamente se reduce. Conoce los detalles aquí.

Aunque los investigadores no están anunciando oficialmente que han encontrado vida, sí consideran que esta podría ser una de las biofirmas más fuertes jamás observadas en un exoplaneta. Es decir, huellas químicas que podrían indicar la presencia de procesos biológicos.

“Este es un momento crucial en la búsqueda de vida más allá del sistema solar”, afirmó con entusiasmo el astrofísico Nikku Madhusudhan, del Instituto de Astronomía de la Universidad de Cambridge y autor principal del estudio publicado en Astrophysical Journal Letters. “Hemos entrado en la era de la astrobiología observacional”.

 

¿Qué es el Planeta K2-18 b?

K2-18 b no es un planeta común. Tiene 8,6 veces la masa de la Tierra y un diámetro unas 2,6 veces mayor. Orbita dentro de la llamada “zona habitable” de su estrella, lo que significa que podría tener agua líquida en su superficie.

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Desde los años 90, se han identificado cerca de 5.800 exoplanetas, pero esta es la primera vez que se detectan biofirmas tan claras en un planeta dentro de la zona habitable.

En este caso, todo apunta a que el K2-18 b podría ser un mundo “hicéano”: un planeta cubierto por un vasto océano y con una atmósfera rica en hidrógeno, condiciones que podrían permitir la existencia de vida microbiana.

Las señales de DMS y DMDS detectadas por Webb alcanzan concentraciones miles de veces superiores a las de la atmósfera terrestre, algo que, según los expertos, no puede explicarse fácilmente sin actividad biológica… al menos, con lo que sabemos hoy.

 

Todavía se necesitan más estudios

Sin embargo, a pesar del entusiasmo, los científicos piden cautela. Madhusudhan explica que aún existe una pequeña posibilidad (0,3%) de que la observación sea una coincidencia estadística.

Por eso, antes de lanzar campanas al espacio, será necesario repetir las mediciones y descartar que los gases puedan haberse formado por otros mecanismos no biológicos.

“Primero, necesitamos repetir las observaciones dos o tres veces para asegurarnos de que la señal sea robusta”, indicó el astrofísico. Además, se requerirán más estudios teóricos y experimentales para explorar otras explicaciones posibles.

No obstante, la comunidad científica internacional coincide: este es un gran paso, pero no es el final del camino. “Debemos ser muy cuidadosos y analizar los datos con minuciosidad”, señaló Christopher Glein, del Instituto de Investigación del Suroeste en Texas.

 

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