El papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, a pesar de haber declarado en algún momento que su período sería breve, se convirtió en uno de los tres pontífices más longevos en ejercer la máxima representación de la Iglesia católica en el mundo (12 años), llegando a ese cargo después de la repentina renuncia de Benedicto XVI, Joseph Ratzinger.
Hijo de inmigrantes italianos, el primer papa jesuita y latinoamericano llevó a la Iglesia a adoptar un papel comprometido con los más vulnerables. Desde el momento en que asumió el cargo, mostró su rechazo hacia la ostentación y las ceremonias suntuosas a las que estaban acostumbrados en la Curia romana, lo cual fue interpretado como un gesto simbólico que indicaba el rumbo que él pretendía darle al catolicismo.
Jorge Bergoglio buscó, de hecho, desde esos primeros días, reformar la Iglesia y cambiar la postura en algunos temas que antes eran tabú para el Vaticano. Tomó decisiones valientes para abrir las puertas de la Iglesia al mundo y reformar su labor misionera para integrar a todos aquellos que deseaban acercarse a Dios.
En este sentido, su apertura –aunque cautelosa– hacia comunidades tradicionalmente marginadas por la sociedad, como la LGTBQ+, fue especialmente significativa, ya que tendió puentes para no excluirlas del ámbito católico, marcando lo que muchos percibieron como el comienzo de una nueva era entre sus fieles.
También es importante recordar que su pontificado coincidió con un período turbulento en el que denuncias largamente silenciadas sobre abusos sexuales en la Iglesia comenzaron a multiplicarse. Francisco no dudó en imponer sanciones severas contra clérigos involucrados en estos actos, incluyendo a las asociaciones cristianas que los toleraban o encubrían, como fue el caso reciente del Sodalicio de Vida Cristiana, al ordenar su disolución.
Además, durante su mandato, tuvo que enfrentarse a conflictos armados, al crecimiento del cristianismo protestante, a una devastadora pandemia global, a la aparición de las redes sociales, al movimiento Me Too, a la proliferación de noticias falsas, al avance de la Inteligencia Artificial (IA) y, más recientemente, a la emergencia de una ultraderecha nacionalista contraria al libre mercado y extremadamente hostil con los migrantes.
El papado de Francisco se caracterizó por ser humilde, abierto al diálogo, pero al mismo tiempo muy activo en la defensa de los valores esenciales del catolicismo. Esta amabilidad y firmeza es lo que se asociará a su figura cada vez que sea recordado.