Aumento de la Productividad: Por Luis De Stefano Beltrán, PhD (*) y Ernesto Bustamante, PhD (**)

El político, periodista y agricultor Pedro Beltrán advirtió en La Verdadera Realidad Peruana (1977) sobre el peligro de ignorar los avances científicos en la producción de alimentos. “¿Podemos darnos el lujo de no tomar en cuenta los adelantos sensacionales que se están desarrollando en un rubro tan fundamental para nosotros como la producción de alimentos? ¿Vamos a seguir viviendo en el pasado, mientras los conocimientos científicos van adelante a pasos agigantados? ¿Vamos a engañarnos a nosotros mismos, con experimentos a la criolla, mientras ignoramos y dejamos pasar experiencias logradas que están a nuestra disposición con sólo pedirlo?”.

Han pasado ya cinco décadas y el Perú parece atrapado en el mismo dilema: abrazar la modernidad o aferrarse a un nostálgico romanticismo agrícola, que nos condena al atraso. Hace años que nuestra “producción” agroexportadora en la costa es cada vez mayor y para ciertos cultivos ha llevado al Perú al primer lugar en el mundo. Pero distinto es el resultado si examinamos la “productividad”, tanto en la costa como la sierra. Mientras el mundo avanza hacia una agricultura más productiva y sostenible, nuestro país languidece, con una tasa de crecimiento de la productividad agrícola de apenas 0.26% anual entre 2011 y 2020 (Global Agricultural Productivity Report GAP, 2022), muy lejos del promedio regional de 0.93% y del promedio mundial de 1.12%. ¿Qué nos está pasando?

El reporte GAP publicado por Global Harvest Initiative en 2024, es un llamado de atención global: desde el 2013 el crecimiento anual de la productividad agrícola mundial de factores totales ha caído a un paupérrimo 0.7 %. Esta tasa obligaría a revisar la meta de crecimiento anual sostenido a un inalcanzable 2.0%, para lograr una producción agrícola sostenible en el año 2050.

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En el Perú, el panorama es aún más alarmante. Lejos de preocuparse, el MIDAGRI y muchas ONG, influenciados por el ambientalismo radical, ‘glamorizan’ con paternalismo lo artesanal y ancestral, mientras rechazan la tecnología moderna por considerarla “extranjera” o contraria a “nuestras tradiciones”. Esta miopía nos está costando caro. La modernidad no es enemiga de nuestras tradiciones; al contrario, debería ser su aliada estratégica para garantizar nuestra seguridad alimentaria hacia el 2050.

Un mito que debemos desterrar para siempre es que la tecnología agrícola moderna es solo para los grandes productores. El reporte GAP 2024 es contundente: las innovaciones de la cuarta revolución agrícola mundial, desde semillas mejoradas hasta las herramientas de la agricultura de precisión, deben ser cada vez más accesibles a los pequeños agricultores. Sin embargo, en el Perú se insiste en que los pequeños productores deben conformarse con soluciones “menos sofisticadas”.

Esta mentalidad condena a la gran mayoría de nuestros agricultores a un ciclo de baja productividad y pobreza. La evidencia es contundente: en EEUU, entre 1948 y 2017, la productividad agrícola creció un 1.47% anual gracias a innovaciones tecnológicas, triplicando la producción, mientras se redujo el uso de la tierra en un 28% y la mano de obra en un 76%. ¿Por qué no aspirar a algo similar?

El cambio climático añade urgencia al desafío. El Perú, el tercer país más vulnerable al cambio climático según el Tyndall Center, sufre eventos extremos como sequías, que tienen un impacto devastador en la productividad agrícola. Sin acceso a tecnologías resilientes, como cultivos genéticamente mejorados o sistemas de riego avanzados, nuestros agricultores están a merced de un clima cada vez más impredecible.

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Entonces, ¿qué hacer? Primero, el Estado debe priorizar la inversión en investigación agrícola. A diferencia de países como Chile o EEUU, el Perú carece de una agencia dedicada a financiar la innovación en este sector. El CONCYTEC, limitado por prioridades burocráticas externas, no ha logrado establecer una agenda nacional clara. Proponemos la creación de un fondo concursable en el MIDAGRI, gestionado por ProCiencia, para financiar investigaciones en genética, genómica, biotecnología agrícola, agricultura de precisión, etc. Pero esto no basta: necesitamos también un sistema regulatorio moderno, basado en ciencia, que fomente la innovación en lugar de obstaculizarla con prejuicios ideológicos.

Segundo, debemos reformar la narrativa sobre la agricultura familiar. No se trata de reemplazar lo ancestral, sino de potenciarlo con tecnología. La agricultura de precisión, por ejemplo, permite optimizar recursos y reducir el impacto ambiental, beneficiando tanto el ecosistema como al agricultor. Tercero, debemos detener la expansión descontrolada de tierras cultivables, una práctica insostenible que el reporte GAP critica a nivel global y que el MIDAGRI sigue sin cuestionar y, al contrario, la celebra.

El mundo ya no está en camino de alcanzar la productividad agrícola necesaria para el 2050, y el Perú está aún más rezagado. China, hoy el mayor inversionista en I+D agrícola, nos demuestra que con voluntad política y con inversión estratégica se puede transformar el sector agrícola. Si no actuamos con urgencia, enfrentaremos un futuro de inseguridad alimentaria, con agricultores empobrecidos y un ambiente degradado. Como decía George Washington, no hay tarea más noble que mejorar la agricultura. Es hora de que el Perú despierte y elija el camino de la modernidad, la ciencia y la sostenibilidad. Nuestra supervivencia depende de ello.

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(*) Biólogo Molecular de Plantas y Profesor de la Universidad Peruana Cayetano Heredia

(**) Biólogo Molecular y Congresista de la República

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