El papa Francisco: Maestro de frases impactantes y diplomacia enfocada

Un día, una prostituta, señalando al apóstol Pedro, le dijo: ‘Usted es seguidor del Nazareno’, a lo que Pedro respondió: ‘¿A qué se refiere?’. Ese día, nació la diplomacia del Vaticano.

Han pasado las exequias del fallecido papa Francisco, y es oportuno realizar una breve reseña de su pontificado. El cardenal argentino que vino «del fin del mundo» se convirtió en el líder máximo de la Iglesia católica y, a lo largo de doce años de pontificado, lanzó célebres frases mediáticas, de gran impacto publicitario, aplaudidas por todo el mundo progresista/socialista, pero que lamentablemente no se tradujeron en bulas papales, encíclicas, cartas apostólicas ni motu proprio (documentos que permiten al Papa modificar leyes o reglamentos por su sola voluntad).

Frases como:

“Si un gay acepta al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”

“La Iglesia debe pedirles perdón a los homosexuales”

quedaron solo en declaraciones para la tribuna. Sobre la homosexualidad y su integración en la Iglesia, no hubo cambios concretos: si la idea de Francisco era cosechar aplausos, lo logró; sin embargo, lamento informar que no se firmó ningún documento que modificara el estatus de la mal utilizada y manipulada politicamente comunidad LGTB+ dentro de la Iglesia católica.

Un punto aparte merece las frases que lanzó sobre los abusos a menores:

“Abusar de niños es una enfermedad”

“Los responsables de abusos a menores rendirán cuentas”

¿Quién podría oponerse a semejantes sentencias papales? La pederastia es uno de los crímenes más abominables, pero cabe preguntarse: ¿cuántos sacerdotes, obispos o cardenales cumplen hoy condena efectiva por este execrable crimen? Solo me viene a la memoria un nombre: George Pell, ex tesorero del Vaticano, condenado en 2019 a seis años de prisión, de los cuales solo cumplió tres.

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Lo normal en estos casos ha sido reubicar al perpetrador una y otra vez de diócesis en diócesis, permitiéndole seguir cometiendo sus crímenes. Finalmente, cuando el escándalo estalla, es retirado a algún convento olvidado del mundo. Exponer a los criminales y entregarlos a la justicia como cualquier delincuente sería un verdadero acto de sinceramiento de las políticas vaticanas. ¡Basta de barrer la basura debajo de la alfombra!

“A mis amigos, todo; a mis enemigos, la ley”. Esta no es una frase de Francisco, pero bien podría resumir la política internacional que aplicó durante su papado. Su diplomacia vaticana se caracterizó por silencios cómplices y abrazos amables con dictadores de izquierda como Raúl Castro, el opresor malhadado del pueblo cubano, de quien confesó ser amigo.

Intervino en la mediación para el descongelamiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, contribuyendo, de hecho, a prolongar la agonía de un pueblo que lleva 66 años de una opresión que linda con el sadismo. Asimismo, resultó llamativa la tibieza con la que el Vaticano, bajo su guía, enfrentó la persecución de los cristianos en el mundo: siempre una frase bien estructurada, nunca una acción concreta.

Está claro que se escribirán muchos libros sobre la figura de Jorge Bergoglio, el papa Francisco, pero más por sus omisiones que por sus acciones. Sin embargo, hay que reconocerle un gran mérito: revalorizó la marca de la Iglesia católica. Tal vez, para eso sirvieron tantas frases elaboradas.

Se nos fue un papa políticamente correcto. Ojalá el próximo venga a revolucionar, sobre la base de la tradición volviendo a las fuentes, de la Santa Madre Iglesia católica.

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(*) Analista Internacional

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