Falleció el Papa Francisco, quien antes fuera el arzobispo de Buenos Aires y cardenal Jorge Mario Bergoglio. A su funeral han asistido jefes de Estado, sean Presidentes, Reyes, Primeros Ministros, igualmente Presidentes de Parlamento, como también cancilleres y embajadores.
Francisco no solo era el jefe de la Iglesia Católica, con feligresía en todo el mundo, sino también era el jefe de un Estado que es El Vaticano, con relaciones diplomáticas además de las religiosas, siendo los nuncios apostólicos los embajadores de ése pequeñísimo pero muy importante Estado, que en nuestra patria además es el “Decano del Cuerpo Diplomático” con prescindencia de su antigüedad como nuncio.
Nuestra actual Constitución de 1993, al igual que la precedente de 1979 (artículos 50 y 86 respectivamente), determina que “Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, y le presta su colaboración”
En adición, tenemos un convenio con la Santa Sede que data del 19 de julio de 1980 aprobado por Decreto Ley N° 23211 y hasta diversidad de concesiones conferidas a la Iglesia Católica por el Decreto Legislativo 626 y otras normas.
Por ese solo reconocimiento, quien debería haber representado al Perú en las exequias del Papa Francisco, era la Presidenta de la República, máxime si se tiene en cuenta que según el artículo 110 constitucional personifica a la Nación y es Jefe del Estado y, tiene la más alta jerarquía en el servicio a la Nación a tenor del artículo 39 de la misma Constitución, la que en su artículo 118, numeral 11, le otorga entre sus amplias facultades la de “Dirigir la política exterior y las relaciones internacionales..”
Sin desmerecer la representación que ha ejercido el Ministro de Relaciones Exteriores, embajador Elmer Schialer, que sea dicho de paso es una estrella en el gabinete ministerial, lo lógico hubiese sido que la Presidenta de la República hubiese viajado a Roma para el funeral al que nos referimos, no solo por la importancia de las exequias, sino porque podría socializar y estrechar relaciones con otros primeros mandatarios, poniendo al Perú en sitial preponderante pero no secundario.
Si bien es cierto que quien ejerce la primera magistratura de la Nación, requiere para salir del país, la autorización del Parlamento, este último puede concederla o denegarla. En este caso no la dio, la denegó, lo que no contraviene ninguna disposición, ya que es su atribución.
Las motivaciones de la negativa, que más suenan a pretextos, fue que era necesaria su presencian en el país y que era indispensable ella para la lucha contra la delincuencia.
Primeramente este Congreso es el que sancionó ley que permite el despacho virtual de quien es el Presidente de la República, lo que puede hacerlo desde el extranjero. Ergo su presencia en el Perú no era indispensable.
En segundo término, tres o cuatro días fuera del Perú, no van a modificar la situación de inseguridad ciudadana en que vivimos y la Presidenta obviamente no es policía.
Como dice la conocida canción “Tan solo pretextos”, habiéndose antepuesto a los intereses nacionales y de Estado, temática doméstica interna, enfrentamientos locales estériles e incluso egos, para demostrar poder.
¡Esto nunca más debería suceder!