El árbitro español José Luis Munuera Montero ha sido exonerado de cualquier mala conducta tras una investigación realizada por la federación de fútbol del país (RFEF) sobre un posible conflicto de intereses relacionado con su arbitraje y una consultoría deportiva privada que co-own.
En un comunicado publicado el jueves, la RFEF confirmó que no se tomarían medidas disciplinarias contra el árbitro de 41 años, quien enfrentó escrutinio después de mostrar una tarjeta roja a Jude Bellingham del Real Madrid por usar un lenguaje grosero durante el empate 1-1 contra Osasuna el sábado.
Munuera desactivó su cuenta de Instagram después de recibir miles de comentarios, incluidos insultos y amenazas de muerte tras el partido.
La controversia se intensificó cuando los periódicos Marca y AS informaron que su empresa, Talentus Sports Speakers, tenía vínculos comerciales con organizaciones futbolísticas y clubes profesionales.
Esto llevó a la RFEF a iniciar una investigación para determinar si estas afiliaciones eran compatibles con su papel como árbitro.
“Tras el estudio, análisis y verificación detallada de la información comercial, corporativa y contable, la actividad económica de estas empresas y el grado de participación de Munuera Montero en ellas, el Departamento de Cumplimiento Regulatorio de la RFEF ha concluido que no existe conflicto real o potencial en las actividades comerciales del árbitro con su trabajo como árbitro de Primera División,” declaró la RFEF.
Montero ha negado cualquier irregularidad. Afirmó el martes que su empresa nunca había facturado a ninguna organización deportiva desde su creación y advirtió de posibles acciones legales contra los medios de comunicación que informaran lo contrario.
“En los últimos meses, ha quedado patente el ataque desproporcionado al colectivo arbitral, y en esta última ocasión yo he sido el objetivo,” dijo.
La RFEF también abordó las críticas generalizadas dirigidas a Munuera, afirmando el lunes que los árbitros estaban consternados por el abuso que había recibido, que consideraban reflejo de la hostilidad y agresión verbal más amplias enfrentadas por los árbitros.
Bellingham, quien se defendió afirmando que sus comentarios fueron malinterpretados ya que estaba hablando consigo mismo en inglés, recibió una suspensión de dos partidos a pesar de su apelación.