Británicos dejan a sus mascotas por el aumento del costo de vida

A lo largo de los años, el personal del refugio de animales de Londres, Centro Mayhew, ha encontrado en sus puertas desde gatitos en cajas hasta periquitos en jaulas. Ahora hay cada vez más propietarios que les entregan sus mascotas porque no pueden permitirse sus cuidados.

El evento organizado en la “E-Town”, una zona de desarrollo tecnológico de la capital china, buscaba poner a prueba los límites de estas máquinas que, en un futuro, podrían asumir tareas de los humanos en la sociedad.

El coste de vida en Reino Unido se disparó después de la pandemia y el estallido de la guerra en Ucrania, y aunque la inflación luego se moderó, muchos ciudadanos todavía sufren el aumento de precios que, en el caso de la comida para mascotas, se sitúa en un 25%.

Muchos propietarios de animales en aprietos financieros sienten “mucho dolor (…) pero también vergüenza y frustración por tener que tomar decisiones tan difíciles”, afirma Elvira Meucci-Lyons, responsable del centro Mayhew en el oeste de Londres.

“Acuden a nosotros porque sienten que no tienen opción” (…) “Detrás de cada animal que acogemos hay una historia humana”, explica.

Esta pequeña protectora ha recibido unos 130 animales en lo que va de año. Es solo una mínima fracción de las decenas de miles de mascotas abandonadas en el país desde la pandemia del COVID-19 y la crisis del coste de la vida.

Solo en los primeros meses de 2025, la asociación RSPCA, la organización de bienestar animal más antigua del mundo, recibió más de 5.700 notificaciones de abandonos, un aumento del 32% respecto al mismo periodo de 2024.

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Ese año culminó con un total de 22.500 casos notificados, un aumento de más del 7% respecto a 2023.

El encarecimiento de la vida coloca en un dilema desgarrador a muchos británicos, en un país amante de los perros y los gatos, donde la mitad de la población adulta tiene una mascota (unos 26 millones de personas), según RSPCA.

El personal del centro Mayhew explica que algunos propietarios debían escoger entre comprar comida para ellos o para sus mascotas.

Algunos de los nuevos inquilinos de la protectora como Brownie, un caniche de un año, o Astro, un pequeño bully americano, ingresaron después de que sus propietarios perdieran sus casas por problemas financieros.

Historias como estas son “las más tristes”, afirma Meucci-Lyons. En tiempos difíciles, los propietarios “necesitan a sus queridos animales más que nunca y el perro o el gato no quiere estar sin su dueño”.

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