Cien años de soledad en Netflix

La imaginación cargada de misterio, reservada a las experiencias e ideas de vida del que imagina, hace que adaptar cinematográficamente libros tan profundos como Cien años de soledad de Gabriel García Márquez se haga tan complejo.

En ocho capítulos, la multi premiada novela del colombiano logró realizar una invitación a releer la novela original. El Macondo que existe en el ideario de los viejos lectores tal vez no se parezca totalmente a la representación en streaming, pero los fotogramas, música y evolución de personaje han sido extraordinarios.

José Arcadio Buendía está representado finamente en una evolución que corresponde a la trama original. La novela, llena de abstracciones y profundidades, guarda a Melquiades como símbolo del intelecto y la curiosidad por lo oculto. En la serie de Netflix, representado como el gitano que llega año con año para desentrañar los raros descubrimientos de su paso por el mundo, es un anciano sabio que parece oler a sándalo y madera.

Pilar Ternera es descrita con olor al humo de tugurio, la misma madre de dos de los hijos de la segunda generación de los Buendía.

Es una serie que huele a la pólvora de las guerrillas colombianas, a los efluvios de soldados y militantes partidistas embelesados por sus colores. Es el olor a tierra mojada de una selva habitada y es una serie que en cada escena, evoca una condición climática y olorosa.

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En el fondo, me ha parecido un ejercicio hermoso. Hacer gráfica la novela que tanto nos imaginamos, colocar rostros que eran tan distintos en nuestros idearios, hacerlo sin romper la esencia sutil de la génesis del que descubre, de las pasiones y vicios humanos, de la perversidad de los que tienen todo lo creado a su disposición.

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Creo que esta serie -como su inspiración literaria original- guarda metáforas que valen la pena recordar. Cómo la de Ursula, madre fundadora de Macondo, recordando que en algún momento no había colores ni partidos, nadie mataba al otro por razones ideológicas. Cuando no había ni Partido Liberal ni Partido Conservador y “cada quien podía pintar su casa del color que le diera la gana”, evocando los abusos tanto de los rojos como de los azules que convenientemente, actúan de forma muy parecida al tener el poder. Nada más parecido a los espacios que, tras la huella del fanatismo, quedan profundamente polarizados en nombre de una justicia que nunca aparece.

X: @ifridaita