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México es un país donde la violencia dejó de ser noticia para convertirse en paisaje. Pero a veces, incluso en este mar de sangre al que nos hemos acostumbrado, surgen imágenes tan aterradoras que nos obligan a mirar. Las “escuelitas del terror” del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) son una de esas realidades que desafían cualquier límite moral: adolescentes, y jóvenes adultos, arrancados de sus hogares, sometidos a entrenamientos brutales, obligados a matar a sus propios compañeros y, en el extremo más macabro, forzados a comer carne humana como parte de su iniciación (Infobae, 2025).
No es una exageración. No es una leyenda urbana. Es el manual de reclutamiento de uno de los cárteles más poderosos de México y del mundo. Un experimento de deshumanización con un solo objetivo: fabricar máquinas de matar.
Y lo más escalofriante es que esto ya ha pasado antes.
De niños a verdugos: la ingeniería del horror
Hace unas semanas, el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco descubrió un campo de entrenamiento del CJNG en Teuchitlán, Jalisco. Entre los restos óseos y las montañas de ropa de jóvenes desaparecidos, las investigaciones revelaron un patrón aterrador: aquí no solo se ejecutaba gente, se adiestraba a la próxima generación de sicarios (El País, 2025).Los testimonios de sobrevivientes describen un infierno cuidadosamente diseñado:
• Ejecutar o ser ejecutado: La prueba de lealtad definitiva. Un recién llegado es colocado frente a otro novato y recibe un machete o un arma. Si se niega a matar, él será la siguiente víctima (Infobae, 2025).
Las columnas más leídas de hoy
• Desensibilización absoluta: Se les obliga a presenciar torturas y asesinatos para que la violencia se convierta en algo cotidiano, casi natural (El País, 2025).
• Canibalismo forzado: Sí, comer carne humana. Un acto simbólico de dominio total sobre la víctima y de punto sin retorno para el recluta (Infobae, 2025).
• Obediencia ciega: No hay nombres, no hay pasado, solo órdenes. Quien desobedece, muere (Infobae, 2025).
No es solo un entrenamiento militar. Es un proceso quirúrgico de aniquilación de la empatía. No están formando soldados, están creando autómatas del terror.
El pasado nos alcanza: los espartanos, los jenízaros y los nazis
Lo que hace el CJNG hoy no es nuevo. La historia está llena de civilizaciones y regímenes que usaron la violencia extrema para convertir a niños en asesinos. Por ejemplo:
Esparta: En la antigua Grecia, los espartanos crearon el agogé, un sistema de entrenamiento donde los niños eran separados de sus familias a los siete años y obligados a matar esclavos para demostrar su temple (Plutarco, “Vida de Licurgo”). Un infante espartano aprendía que llorar o mostrar piedad era una debilidad castigada con golpes (Plutarco, “Vida de Licurgo”).
Los jenízaros otomanos: El Imperio Otomano perfeccionó la técnica del devşirme, un “impuesto de sangre” donde niños cristianos eran secuestrados, convertidos al Islam y entrenados como una fuerza de élite (Nicolle, “The Janissaries”). Su educación incluía ejercicios de resistencia al dolor, combates extremos y asesinatos rituales (Nicolle, “The Janissaries”). Crecieron sabiendo que su única lealtad era al sultán.
Los nazis: La Alemania nazi implementó programas de adoctrinamiento en las Juventudes Hitlerianas y en las SS, donde los jóvenes eran sometidos a una constante exposición a propaganda de odio, entrenamientos físicos inhumanos y la normalización del asesinato como deber patriótico (Koonz, “The Nazi Conscience”).
Todas estas sociedades tenían algo en común: romper la voluntad, matar la humanidad y reconstruir al individuo como una herramienta del poder.
México y su ejército de niños sicarios
El CJNG no es un grupo criminal improvisado. Es una organización paramilitar altamente sofisticada que entendió que la mejor manera de garantizar su poder es sembrar el terror desde adentro (InSight Crime, 2024).
Y el material más moldeable para este propósito son los jóvenes.
No es casualidad que los reclutados sean niños de la calle, adolescentes y jóvenes sin oportunidades, jóvenes de barrios marginados (Animal Político, 2024). No es una elección al azar, es un cálculo frío y eficiente. Al igual que los jenízaros y los espartanos, los líderes del CJNG saben que la clave para crear guerreros leales no es solo la brutalidad, es la falta de alternativas.
Si no hay familia, si no hay futuro, si no hay identidad, el cártel se convierte en la única patria posible (El Universal, 2024).
¿Qué nos dice esto de nosotros?
El horror de las escuelitas del terror no está solo en los asesinatos, en la tortura o en el canibalismo forzado. Está en la capacidad de una sociedad para mirar hacia otro lado. Cuando la historia nos muestra que estas técnicas de adoctrinamiento han sido utilizadas por imperios, ejércitos y regímenes totalitarios, nos damos cuenta de algo aterrador: esto no es el fin del mundo, es solo una evolución de lo que ya conocemos.
México ha dejado de preguntarse por qué hay tanto sicario y ha empezado a aceptar que la violencia es una condición inherente a nuestra realidad.
Pero cada vez que un niño desaparece y reaparece convertido en una máquina de matar, deberíamos recordar que estos monstruos no nacen, se fabrican. Y que, de alguna forma, todos hemos sido cómplices del laboratorio.
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