Desde que era niño siempre decía que quería cambiar las cosas. Así lo recuerda el padre Rafael Fernández Hart.
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Aquel niño conoció a los jesuitas a los 6 años en el colegio La Inmaculada. Y no solo pasó a las filas del sacerdocio, también se formó como filósofo y teólogo, y hoy es el actual rector de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM).
“Y todavía no pierdo la esperanza”, me dice sobre aquel deseo de cambiar las cosas.
¿Qué función tendría la Semana Santa en medio de estos tiempos difíciles?
Es un contexto de inseguridad ciudadana, de política a veces incierta, de economía mundial incierta, donde uno está preguntándose qué va a pasar con los aranceles… Y la Semana Santa es una excelente oportunidad para reflexionar, ciertamente también para descansar; pero se trata de pensar cómo puedo aportar y qué podemos hacer para cambiar el actual estado de las cosas. Lo que nos recuerda la Semana Santa es que ha habido una víctima inocente, como las hay hoy; una víctima inocente que nos enseñó que era urgente cambiar el estado de las cosas. No soy experto, pero me doy cuenta de que la policía sola no puede, que hay problemas de corrupción dentro de la policía y que hace falta que la sociedad civil se organice.
¿La Semana Santa es solo para creyentes?
No. La Semana Santa puede ser una oportunidad para todos. La muerte de Jesús y la muerte violenta revelan, ya no solo para los creyentes, nuestra naturaleza persecutoria, donde siempre buscamos un chivo expiatorio, un culpable de los problemas del país y del mundo, y vamos mostrando al mismo tiempo dos limitaciones: la incapacidad para hacernos cargo de nuestra responsabilidad y la facilidad con la cual es más fácil decir “tú tienes la culpa”.
¿Y cuál es nuestra responsabilidad?
Invitaría a la Iglesia a no perder la esperanza. Por otro lado, creo que no tenemos líderes o si los tenemos, son líderes que no nos están ayudando. No creo en el sentido del líder mesías; para mí, el mesías fue uno solo: Jesús de Nazaret. No queremos líderes que hagan las cosas por nosotros, queremos líderes que nos enseñen o nos ayuden a pensar y a conducirnos en alguna dirección. No tenemos líderes políticos. Me da vergüenza que tengamos más de 40 partidos políticos inscritos.
Y de la noche a la mañana alguien se convierte en ‘líder’ en las redes sociales.
Eso evidencia que hemos perdido el cuidado de la palabra. Nuestra palabra ha perdido la densidad y la capacidad para decir realmente cosas importantes. Entonces, tenemos a Trump diciendo disparates y haciéndolos. Le damos crédito a una persona que simplemente dice disparates y se hace youtuber; no quiero tampoco decir que todos los youtubers sean iguales. Muchos youtubers muestran su vida cotidiana, entre comillas, “como son”, como si ese fuese ya un propósito suficiente. No basta decir “yo soy así y acéptame como soy”. Algo que es fundamental de la Semana Santa es que “yo soy así, pero puedo y quiero ser mejor”.
Ahora, nos hemos quedado con el icono de Jesús: el hombre de barba, cabello largo y traje blanco. ¿Pero qué hay de la persona?, ¿cómo podríamos reflejarnos en el ser antes que en la figura?
Es bien importante comprender la dimensión humana de Jesús. También ha tenido que atravesar los dramas y las complejidades del ser humano. Ahora, tenemos pocos episodios contados acerca de la infancia o de la juventud de Jesús; muy poco, en realidad salvo lo del niño perdido allá en el templo.
¿Es cierto que a los 12 años enfrentó a sacerdotes?
Es el episodio del niño perdido y hallado en el templo. Jesús iba con sus padres, regresaban de Jerusalén y se perdió en la caravana de regreso. Los padres lo buscaron, regresaron al templo y ahí lo encontraron: Jesús hablando con los maestros, los interrogaba y mostraba su sabiduría. Y luego no hay mucho más: es ese episodio y el nacimiento. Y hasta los 30 años más o menos Jesús pasó una vida más bien “oculta”. Pero Jesús no está exento de la angustia, el temor, el amor, la compasión, la alegría.
Alguna vez una persona muy creyente me dijo: “La gente no entiende que Jesús es un pata bacán”.
Por supuesto que es un pata bacán, me gusta la expresión. Y con todo, el apelativo puede quedar corto. Es un pata bacán y mucho más que eso. Jesús también es exigente, no se conforma con decirnos “qué bien, adelante” y una palmadita. Es exigente porque sabe que el ser humano puede hacer más y mejor. A veces cuando he hablado con ateos me dicen “yo no creo en un Dios que es un policía”. Bueno, yo tampoco. “Yo no creo en un Dios que está moralizando todo el tiempo”. Yo tampoco. “No creo en un Dios mágico que resuelve las cosas desde arriba”. Yo tampoco. A veces el ateo demuestra que no ha entendido o que no ha pensado suficientemente a Dios.
¿Qué le diría Jesús a Donald Trump?
Jesús le recordaría la compasión como la capacidad de escuchar.
¿Qué le diría al Perú?
Hay que tener una resistencia activa. Tenemos que trabajar de manera conjunta.
¿Y tal vez Jesús le diría al papa Francisco que es hora de descansar?
Puede ser. Sospecho que el papa lo ha pensado. Me hubiera gustado que tuviese un par de años más o por lo menos un año más como para asentar algunos de los cambios que está haciendo. Sí, tal vez Jesús le diría “vete preparando, quizás es tiempo de tomar un descanso”.
Autoficha:
-“Tengo 54 años. Nací en Lima. Acabé el colegio, ingresé a la Universidad Católica, en la Facultad de Teología Pontificia y Civil. Estuve muy poco tiempo porque inmediatamente después entré a la compañía de Jesús, a los jesuitas, donde ingresé en el año 91”.
-“Soy rector de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Y dicto un par de cursos, uno de metafísica y otro de filosofía de la religión. He publicado más de un libro y varios artículos sobre lo que llamo filosofía de la espiritualidad y artículos sobre religiosidad popular”.
-“Estoy contribuyendo a crear universidad, crear pensamiento y una universidad que pueda estar realmente al servicio de los demás. Por lo tanto, una universidad que no sea solamente un proyecto académico, sino también social. Hay que entender que la educación es una vocación”.
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