Isócrates y Demóstenes de Grecia y más del 80% de Claudia se unen a la guerra de Trump.

Es triste, pero no exagerado decir que estamos ya en una nueva guerra mundial. Comercial, no militar, así hay que subrayarlo para no alarmarnos en exceso. Pero, desde luego, de ninguna manera debe eludirse el diagnóstico correcto: se trata de una guerra global porque Donald Trump, con sus aranceles, ha agredido muy fuertemente a México, Canadá y China, los tres principales socios comerciales de Estados Unidos, tres de las mayores economías del mundo, lo que impactará en forma muy negativa a todas las naciones.

¿Que la guerra comercial a veces precede a la guerra militar? Esperemos que en esta ocasión no ocurra así y que regrese pronto la época del libre comercio y la cooperación pacífica entre las naciones. Con optimismo realista es dable pensar que tal locura acabará, cuando muy tarde en cuatro años, en el momento en que Trump se vaya de la presidencia de Estados Unidos.

Los y las especialistas del gobierno de México sabrán qué hacer, técnicamente hablando, para minimizar el daño de los aranceles de Donald Trump, que desde luego nos perjudicarán, pero también, y bastante, a la gente de Estados Unidos, como lo ilustra una nota del Financial Times sobre la camioneta Chevrolet Silverado.

El 31% de las 673 mil camionetas de ese tipo producidas el año pasado se fabricaron en la ciudad mexicana de Silao, Guanajuato, y el 20 por ciento en Oshawa, Canadá. Pero todavía más relevante es otro dato: “Los componentes clave de las Silverado dependen en gran medida de piezas importadas de México”. Una gráfica realizada por el FT valdría la pena que Claudia Sheinbaum la presentara en la mañanera.

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En la guerra de los aranceles de Trump perderán tanto las empresas mexicanas como la sociedad estadounidense, que ha hecho de la Silverado su pick-up preferida. Esto no debe consolarnos y paralizarnos, desde luego. Lo que tendremos que hacer es prepararnos para la guerra. No hay opción.

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La principal arma con la que contamos en México para enfrentar la guerra comercial de Trump es la cohesión social. Estamos obligados a fortalecerla.

Dos factores nos ayudan. El primero, el liderazgo de Claudia Sheinbaum: su aprobación de más de 80% en México casi duplica a la de Donald Trump en Estados Unidos, que empezó en 47% y en un mes ha caído a 44%. Cuando inevitablemente aumente el precio de la Silverado —y el de muchas otras mercancías muy demandadas en el vecino del norte—, la popularidad de Trump sufrirá otro descenso.

Hay otro factor que juega a nuestro favor en la consolidación de la cohesión social, sin la cual ninguna nación puede ganar una guerra: el orgullo por nuestros valores, nuestra historia y nuestra cultura, en varios sentidos muy superiores a los de Estados Unidos.

Es duro, inclusive doloroso hablar de que enfrentamos una guerra, aunque sea solo comercial. Pero así estamos, ya bien adentro del más intrincado laberinto. Lo único positivo del caos al que hemos llegado radica en que la guerra, cuando se tiene la razón, genera la más poderosa cohesión social.

Leía el otro día un ensayo de Daniel Nieto Orriols, “La utilidad de la guerra en los discursos de Isócrates y Demóstenes. Derecho, cohesión social y legitimación cultural en Atenas”. Aquí se puede leer completo. Enseguida sintetizo lo que dice en su introducción.

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√ En el siglo IV a. de C. “la política ateniense se vio afectada internamente por la presencia de guerras fratricidas, promovidas por los intereses individualistas de sus dirigentes”.

√ En tal contexto, “y ante el inminente peligro del aumento del poder de Persia, del avance militar de Macedonia y el conflicto interno de la polis, Isócrates dirigió un discurso a Filipo II proponiéndole sostener el poder político de Grecia con Atenas al mando”.

√ La propuesta de Isócrates a Filipo “consistía en unificar el poder político a través de un individuo que ostentara las cualidades morales propicias para llevar a Grecia a un nuevo apogeo cultural”.

√ “Demóstenes manifestó una postura contraria, argumentando que las opiniones a favor de Filipo eran erróneas, pues el macedonio era un bárbaro inconfiable cuyas intenciones eran someter a Grecia bajo su yugo tiránico, por lo que sugiere declararle la guerra”.

√ A pesar de que en un discurso a Filipo II se le veía como aliado y en el otro como enemigo, en ambos “es posible encontrar a la guerra como un medio sobre el cual se intenta cohesionar a los atenienses, destacando para ello los aspectos sublimes de su cultura”.

√ “Aun cuando los discursos de Isócrates y Demóstenes se contraponen en su contenido explícito, en ambos la guerra se constituye en un argumento instrumental para la cohesión social y legitimación político-cultural”. En los dos mensajes la finalidad última es recuperar los elementos fundamentales, excepcionales de la cultura de Atenas.

No queríamos la guerra, pero el poderosísimo enemigo nos ha atacado —comercialmente hablando, insisto, aunque no han faltado amenazas militares, que esperemos queden en simple fanfarronada—. Solo vamos a triunfar amparados en la superioridad de nuestros valores y nuestra cultura y cohesionados en torno al liderazgo, nunca antes visto, de más de 80% de aprobación de la presidenta de México, que ayer El Financiero ubicaba en un asombrosamente alto 85%.

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Una versión mexicana de los discursos de Isócrates y Demostenes es la del inicio de nuestro Himno Macional, al que ya se refirió Claudia Sheinbaum para utilizarlo en una situación horrible como en la que estamos: “Mexicanos al grito de guerra”. Por comercial, y no bélica que sea la batalla que viene, debemos encararla en total unidad. Si la mezquindad de los y las rivales del actual gobierno aparece tanto en los medios de comunicación como en los espacios de la política partidista, nos debilitaremos y por lo tanto perderemos.

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