Los cónclaves papales pueden enseñarle importantes lecciones a los gobiernos democráticos sobre cómo mejorar los procesos electorales.

Juan Thornhill

Tras el fallecimiento del papa Francisco, se espera que en la próxima asamblea de cardenales se elija al nuevo Pontífice. Y para el autor de A Hacker’s Mind, Bruce Schneier, esta experiencia podría servir de ejemplo para los sistemas electorales de diversas democracias. 

Según Schneier, incluso los mejores hackers tendrían dificultades para intervenir uno de los sistemas de votación más seguros jamás ideados: el método para elegir a un nuevo papa. 

Las elecciones del próximo mes ya están generando polémicas, con los católicos “MAGA” en Estados Unidos pidiendo un papa más cercano a Trump que rechace el liberalismo del difunto Francisco. Sin embargo, seis de los 10 cardenales estadounidenses con derecho a voto fueron nombrados por Jorge Mario Bergogli y parecen más afines a su enfoque. En total, el papa argentino nombró a 108 de los 135 cardenales con derecho a voto, lo que podría influir considerablemente en el resultado. 

¿Cómo se elige al nuevo papa?

El proceso de votación ha sido perfeccionado durante años: los cardenales votantes, provenientes de todo el mundo y que permanecen en aislamiento durante el cónclave, escriben el nombre de su candidato en una tarjeta y prestan juramento ante el altar de la Capilla Sixtina cada vez que emiten su voto. Cada ronda de votación es supervisada por tres escrutadores seleccionados al azar. Las mangas del manto cardenalicio son de encaje translúcido (presumiblemente para evitar cualquier manipulación). Cada votación se anuncia, sin importar el tiempo que lleve. A menudo se necesitan varias rondas para alcanzar un resultado definitivo. 

Schneier sugiere tres lecciones que se pueden extraer del proceso papal. Primero, cada paso del sistema electoral es transparente para todos los participantes, incluso si los votos son secretos. Segundo, las elecciones pequeñas y sencillas entre votantes conocidos son menos vulnerables a la manipulación. Tercero, cuando un proceso de selección evoluciona a lo largo del tiempo, puede llegar a ser sorprendentemente bueno. 

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Voto seguro

“No existe una votación segura que sea puramente digital”, afirma Schneier. Este punto se demuestra cada año en la conferencia Def Con, donde hackers exponen regularmente las últimas fallas de los sistemas de votación digital estadounidenses. 

El desafío de mantener votaciones seguras es particularmente grave en Estados Unidos, dada la magnitud de las elecciones y la variedad de temas que se presentan a los votantes. Esto hace que la automatización sea esencial, aunque arriesgada, según Matt Blaze, profesor de la Universidad de Georgetown que investiga la integridad electoral.   

Blaze sugiere que hay una manera de minimizar los riesgos de la automatización. Las papeletas de voto físicas (incluidos los votos por correo) siguen siendo esenciales, pero pueden registrarse y contabilizarse electrónicamente mediante tecnología de escaneo óptico. Este proceso de automatización puede verificarse mediante una técnica de muestreo conocida como auditorías de limitación de riesgos. 

“Soy optimista y creo que podremos tener unas elecciones de muy alta integridad incluso con las papeletas electorales tan descomunales que tenemos en Estados Unidos”, dice Blaze.

Existen amenazas mucho más amplias para la democracia que la imperfección de los mecanismos de votación: políticos agitadores como Donald Trump que se niegan a aceptar resultados legítimos; manipulación y desinformación impulsadas por IA; e injerencia extranjera, entre otras. Pero, incluso en este caso, la historia de las elecciones papales puede ser ilustrativa, dada su adaptabilidad. “Los cónclaves papales hacen todo lo posible para garantizar que tanto los votantes como los observadores consideren el proceso justo. Las democracias tienen mucho que aprender de esto”, afirma Gina Neff, directora ejecutiva del Centro Minderoo para la Tecnología y la Democracia.

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Durante siglos, las contiendas papales se han visto afectadas por sobornos, intimidaciones, disturbios, cismas y largas disputas: la elección papal de 1268 duró dos años y nueve meses. Se requirió buena fe, adaptación constante y mecanismos de verificación eficaces para mejorar el proceso. Con suerte, los hackers pueden ayudarnos a lograrlo más rápido hoy, señalando riesgos y proponiendo soluciones más seguras para los sistemas de votación de todo el mundo.

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