En marzo, la inflación acumuló cuatro años (48 meses) por encima de la meta del 3% establecida por el Banco Central. Aunque actualmente se sitúa en 4,9%, lejos del nivel del 14% al que llegó en agosto de 2022, todavía queda un largo camino por recorrer para volver al objetivo. La mayoría de los analistas esperan que esto ocurra en 2026, aunque discrepan en el momento exacto, e incluso algunos piensan que podría seguir postergándose.
Una parte importante de la persistencia de la alta inflación se debe al aumento de las tarifas eléctricas, tras el descongelamiento que sufrieron luego del estallido social y la pandemia. Según los datos del INE, el precio del suministro de electricidad ha aumentado un 60,4% en los últimos dos años y es el segundo producto que más ha subido en la canasta del IPC. Solo es superado por el aumento del aceite de oliva (75,7%), pero este último tiene un peso relativo mucho menor en el consumo total de los hogares.
“El descenso de la inflación hacia la meta ha tardado más de lo esperado debido a sorpresas relevantes, como los ajustes en los precios de la electricidad”, afirma el economista jefe para Latam de Itaú, Andrés Pérez.
Además de los efectos de segunda vuelta de las tarifas eléctricas y el tipo de cambio, el economista jefe de BCI, Sergio Lehmann, señala que otros elementos como el aumento de los salarios, que reflejan la mayor rigidez del mercado laboral, y un tipo de cambio más elevado, que refleja fundamentos económicos más débiles, también han contribuido a la persistencia inflacionaria.
A pesar de la disminución de las últimas semanas, en los últimos dos años el tipo de cambio ha aumentado en $150 y en los últimos cuatro años ha subido casi $250.
Según Alejandro Fernández, socio de Gemines Consultores, el Banco Central también tiene responsabilidad en la persistencia de la inflación. En su opinión, la reducción agresiva de la tasa de política monetaria es una de las razones de la depreciación del peso, con el consiguiente efecto en los precios y en el desanclaje de las expectativas de inflación.
Aunque la inflación se ha resistido a bajar más rápidamente, la debilidad externa derivada de la guerra comercial iniciada por el Gobierno de Trump podría ser deflacionaria a mediano plazo y ayudar en ese sentido. “Si bien hay presiones al alza en el corto plazo, que en el caso de Chile podrían venir de la mano de una depreciación del tipo de cambio en un ambiente de mayor incertidumbre, lo que hemos visto hasta ahora es que la debilidad del dólar global estaría jugando en cierta medida a favor de menores presiones de precios”, dice Felipe Jaque. “La balanza se inclina a una mayor debilidad de la economía global y local a medio plazo, lo que debería sumar a un escenario de menores presiones inflacionarias, en particular para 2026”, puntualiza.
A pesar de esto, las proyecciones para este año han seguido aumentando. A fines del año pasado, el consenso de los analistas apostaba a que la inflación cerraría en 3,5% este año, pero ahora los pronósticos se centran en 4,1%, según la encuesta de expectativas del Banco Central.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) también ha elevado su proyección de inflación para Chile, pasando del 3,5% al 3,9% en diciembre de 2025, y manteniéndola en 3% para finales de 2026.
Con todo, parece difícil que se cumpla la proyección del 3,6% que hizo el Banco Central en su Informe de Política Monetaria (IPoM) de marzo de este año.
En Itaú, Andrés Pérez espera que la inflación cierre este año en 4%, “aunque con un sesgo a la baja”, y volvería al 3% hacia el segundo trimestre de 2026. Un pronóstico similar tiene Felipe Jaque, “sujeto a un tipo de cambio que no presente mayores sorpresas”.
Sergio Lehmann señala que en BCI proyectan una inflación anual del 4,3% para diciembre de 2025 y coincide en que retrocedería rápidamente al 3% en el primer semestre de 2026.
Menos optimista es Alejandro Fernández, quien cree que la inflación terminaría el año en torno al 4,5% y solo volvería a la meta del 3% a finales de 2026 o incluso a principios de 2027.
Los analistas coinciden en que la debilidad de la economía global y su impacto en la economía local darían al Banco Central espacio para seguir reduciendo la tasa de interés, pero el hecho de que la inflación siga alta complica su tarea.
“Debido al menor impulso externo y a la marcada incertidumbre, la demanda interna se ve negativamente afectada. Las mayores holguras de capacidad en la economía que de allí se derivan conducirán a bajas en la inflación. Frente a ello, dado el horizonte de acción de la política monetaria -de dos años-, el Banco Central tendría espacio para reducciones más agresivas en la tasa de referencia”, sostiene Lehmann.
Fernández, por su parte, señala que el Banco Central debe observar la evolución de la actividad y del tipo de cambio para evaluar el camino a seguir, pero “como la inflación sigue lejos de la meta y las expectativas están desancladas, no tiene muchos grados de libertad para actuar”.
“Si bien es un terreno más complejo para el manejo de la política monetaria, estimamos que a medida que se vaya materializando un escenario de actividad más débil, el Banco Central tendrá espacio para retomar recortes a la tasa de política monetaria”, señala Felipe Jaque.
El consenso de los expertos apunta a dos recortes de la TPM este año, de 25 puntos base cada uno, para cerrar en 2025 en 4,5%.